Una entrevista con Antonio Díaz Medina
La Tizza continúa el intercambio con sus lectores y recibe — a través de diferentes plataformas — comentarios, sugerencias, colaboraciones y propuestas.
Hoy publicamos una entrevista que se generó a partir de estos envíos. Conversamos con Antonio Díaz Medina, economista y máster en Turismo. Fue por 10 años vicepresidente del Grupo Havanatur y se desempeñó cerca de tres décadas en el servicio exterior, acreditado en varios países de África y el Medio Oriente. En la actualidad es profesor en la Facultad de Turismo de la Universidad de La Habana.
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La Tizza: Cuando iniciamos nuestros intercambios a través del correo electrónico, usted insistía en las dificultades que generó la pandemia de la Covid-19 en su vida cotidiana y ponía en tela de juicio ese término de «nueva normalidad». ¿Por qué?
Antonio Díaz: Creo que lo que viene… ya está. He leído de todo sobre el escenario pos-pandemia, y considero que lo que tenemos hoy es lo que será mañana cuando la pandemia sea una endemia con la que conviviremos, a no ser que el virus continúe mutando de tal manera que su letalidad siga creciendo, en cuyo caso no vale la pena hacer conjeturas sobre el futuro.
¿Qué ha cambiado? Casi todo en la vida de los que sobrevivimos, en particular las formas de vida social: el trabajo, el estudio, la amistad, la familia, el amor, la comunicación y los soportes para todo lo anterior.
Y el resultado que me preocupa es el papel del barrio, donde vivimos, pernoctamos, nos alimentamos, ejercitamos, relacionamos, curamos, entretenemos. Tengo las experiencias que compruebo a mí alrededor: laborales, familiares, de amistad, de vecindad.
Hoy somos más viejos. Los que tenemos más de 65 años de edad nos acercamos o ya pasamos del 25 por ciento de la población cubana, personas que, en su mayoría, no trabajan y reciben sus ingresos en la casa.
Crecen en forma sostenida los que trabajamos desde la casa, el llamado «teletrabajo» o trabajo a distancia, y funciona, ahorra, y nos mantiene en el barrio casi todo el tiempo.
Aprendimos a relacionarnos con los que queremos desde lejos, sin visitarnos. Le llamaron al inicio, erróneamente, «distanciamiento social», que en realidad solo era físico, el que hacía falta para prevenir el contagio del virus. Así hemos mantenido las relaciones con nuestros familiares más queridos, con los amigos más entrañables, e incluso, en muchos casos, como el mío, con las relaciones amorosas desde lejos.
Los servicios médicos son locales, salvo situaciones puntuales que obligan a salir de nuestra localidad.
El 90 por ciento de lo que consumimos está también en el barrio, al alcance de los que podemos caminar sin muchas dificultades.
El entretenimiento en casa tiene cada vez más peso que el que disfrutamos afuera y, sobre todo, fuera de nuestro municipio. Hay que agregar una nota aquí del serio déficit de opciones que tiene la localidad, desaparecieron los bares de barrio, que a veces eran una esquinita del mostrador de la bodega, los billares. Sé que tuvieron mala reputación antes de 1959, pero aún en aquella época los había muy decentes y también los corrompidos. Hoy habría que innovar o copiar lo bueno, como las boleras, los videojuegos, etcétera.
La Tizza: Ya que ha entrado en algunas propuestas, ¿qué otras cosas considera que pueden hacerse?
Antonio Díaz: Se me antoja desarrollar los «entretenimientos productivos», no solo porque produzcan bienes, sino porque aportarían un valor tan necesario en nuestro mundo, que incluso podrían llegar a ser un servicio concreto. Por ejemplo, hay que encontrar cómo hacer entretenida la lucha por la sostenibilidad ecológica del barrio; hay que explotar más aún los parques, la reforestación de nuestras calles, la limpieza y todo lo que beneficie nuestra urbanización.
La tecnología es responsable de estos cambios, más allá de la «dichosa» pandemia, que solo nos colocó en primera fila para contemplarnos, estudiarnos, entendernos, modificarnos en un intento de corregirnos. La tecnología y las mentes creativas tienen que ser las protagonistas de los cambios que nos quedan. Pero se necesita un barrio empoderado para llevarlo a la práctica, pues toda la tecnología del mundo no podría producir el cambio, la maravilla.
Varios sectores de la producción y el entretenimiento quedan fuera de esta tendencia a la permanencia en la localidad. El turismo es uno de ellos, pues implica viajar fuera de nuestro entorno cercano. Esta es hoy, y parece seguirá siendo, una necesidad espiritual de buena parte de la humanidad, que crecerá con el desarrollo de los países más atrasados, aunque en condiciones y en volúmenes cuya proporción será muy inferior por el factor «sostenibilidad».
La gran producción se comportará de manera similar, pero incluso en la agricultura Cuba ha sido ejemplo en la urbana, que hay que consolidar y desarrollar aún más, y es local.
Tengo que confesar que, aunque combato la centralización excesiva, como la hemos tenido en estos 62 años, tengo serias tendencias centralistas en mi pensamiento. Es la forma de pensar que, como regla, intenta asumir al país, nuestro hemisferio, o la civilización toda, y encontrar soluciones a sus problemas. Las tendencias que veo últimamente me han despertado de mi letargo para enfocarme en lo local, sin desentenderme de lo nacional e internacional, donde también hay mucho que hacer.
La Tizza: ¿Puede mencionar algunas de esas «tendencias» o experiencias que le han hecho enfocarse en «lo local»?
Antonio Díaz: Creo que el lugar donde vivo me ayuda mucho a entender mi error, o visión fuera de foco. El primer año de la pandemia lo pasé en Bauta, con mi mamá de 93 años y mi hermana de 73. Juntos disfrutamos realmente la cercanía, el convivir, conversar, discutir, «forrajear». Pero alejados del resto de la familia, de los otros amores de pareja y de amistad.
En el 2021 me tuve que quedar aquí en El Vedado, solo en mi apartamento, en un edificio que cuenta con otras 40 familias, pequeñas en su mayoría, que no creo estén muy por encima de los dos inquilinos por casa, donde los considerados en edad geriátrica son la aplastante mayoría, varios en condiciones de aguda vulnerabilidad.
Allá en Bauta, por la integración de nuestro núcleo familiar, que nos obligaba a mirar hacia adentro, en mi caso para apoyar a mi hermana en la atención de mi mamá, no tuve la oportunidad de observar y disfrutar desde cerca el mejor resultado que nos deja esta pandemia: el enriquecimiento del más importante y genuino fundamento de nuestra sociedad, la solidaridad humana.
Este año 2021 he tenido que estar confinado parcialmente dentro del apartamento, y esto me obligó a fijarme más en mis vecinos y descubrirlos realmente como tales, sus bondades, gestos de amistad, problemas — agudos a veces, críticos en varios casos de la cuarta edad — , un suicidio incluido en los mismos inicios de la pandemia.
¿Y cómo estamos organizados en el barrio?
Nos demoró más de 15 años institucionalizar el nuevo orden político que triunfó en 1959, ya adentrados en los setenta del pasado siglo. Aquellos primeros años heroicos, épicos, se extendieron demasiado en el tiempo, lo que llevó a errores como la «ofensiva revolucionaria» que eliminó los últimos vestigios del mercado en nuestra sociedad, con las consecuencias de deterioro de la economía que esto entraña, así como una tendencia dentro de nuestra cultura contra lo establecido, lo ordenado.
En el barrio, para enfrentar la contrarrevolución de los primeros años, surgió la idea de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), una de las joyas del socialismo en Cuba que cortó de un tajo todo intento por subvertir la Revolución. Pero esta es una organización de masas, de todo el pueblo, no de gobierno. Este llegó con el Poder Popular de manos de la Constitución de 1976 que incluye la Asamblea Municipal.
Esta Asamblea está compuesta por los Delegados electos en cada circunscripción del Municipio, pero hay un escalón intermedio, el Consejo Popular, el que se acerca más a lo que hemos llamado siempre «barrio». Aquí vivimos, nos abastecemos, educamos, sanamos, caminamos, conversamos, morimos.
La Tizza: Está describiendo parte del sistema institucional y organizacional presente en las comunidades, ¿qué problemas ve en este que dificultan transitar a esa centralidad de «lo local» que usted defiende?
Antonio Díaz: El problema que resulta más obvio de esta estructura, órganos y personas que lo integran es nuestro desconocimiento de los mismos. Sabemos que están ahí, trabajando, mejor o peor. Conocemos, tal vez, al Delegado de nuestra área, pero no mucho más. ¿Funciona aquí también lo que yo llamo Santísima Trinidad, es decir, la unión de Gobierno, Partido y Asamblea del Poder Popular? No tengo la información. El conocimiento sobre esto y todo lo que rodea al poder estatal y al gobierno a este nivel es insuficiente. Toca a los politólogos y la prensa, en cuanto asuma lo que emanó de su reunión con el presidente y primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), que entiendo como una sacudida de la forma en que el Partido controla su funcionamiento y un despliegue agresivo de su función de análisis crítico, investigación profunda y convocatoria al pensamiento colectivo del pueblo sobre nuestros problemas a todos los niveles y en todos los ámbitos de la vida del país.
¿Qué otros actores políticos y sociales forman parte del sistema, llámese «sociedad civil» o líderes activos del enjambre que analiza, canaliza, resuelve o empeora los problemas del barrio?
El Núcleo Zonal del Partido supone ser aquel actor que asume el Artículo 5 de la Constitución, pero su composición conspira contra ello, pues sus miembros superan todos los 70 años de edad, la mayoría plagados de los achaques de los pacientes de geriatría, aunque con excepciones que confirman que la edad no es el principal indicador para medir a un ser humano, sobre todo su condición de revolucionario, no solo en el sentido manido de apoyo irrestricto a la Revolución, sino en su más profundo significado, el que resumiera genialmente Fidel en su más reciente legado político, el concepto de Revolución.
El PCC se organiza de forma primaria en los centros de trabajo, dígase empresas, organismos, instituciones de todo el país, y ahora, con las MPyMEs — al menos las medianas que contarán hasta con 100 trabajadores — se supone que se formen en ellas núcleos de sus militantes.
Para el partido de los comunistas esto es esencial, pues están donde se concentra su base política: los trabajadores, sobre todo para la fase de lucha por el poder, por la vía que sea, en estos tiempos dentro de los cánones de la democracia burguesa. Pero ya al mando de los destinos de un país y en las circunstancias actuales, se necesita estudiar el asunto y definir cómo conciliar o cambiar esta prioridad en la formación de sus núcleos de militantes.
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Volviendo al barrio, hay que decir que las organizaciones sociales cubanas están en declive sostenido desde hace años.
La FMC no existe en la práctica y solo intenta recoger la cotización de las federadas que cada vez en mayor número rehúsan participar en la entrega de dinero a una organización que no hace nada por ellas, que desapareció y no aporta nada a la vida del país, muy poco a la lucha por continuar el bello y valioso proceso de liberación de la mujer que esta Revolución llevó al nivel más alto pensable para una sociedad con el atraso social, cultural y político que tenía hace sesenta años.
Los CDR, en menor medida, también han perdido todo protagonismo y solo funcionan a nivel nacional, ahora con la nueva dirección que tiene prestigio suficiente para intentar rescatarla y llevarla a lo que la sociedad hoy, y el barrio en particular, necesitan. Pero necesita del apoyo y participación total del Partido para hacerlo, utilizando todo cuanto haga falta la posición que le otorga la Constitución.
La CTC, los sindicatos, son la pérdida mayor. El Partido ha distorsionado su papel con relación a la clase obrera, concentrado en el poder de las instituciones centrales, que lo llevó a la pérdida de su rol dentro de los trabajadores, que se suponen en el poder. Hay señales de actividad de la organización en algunos niveles bajos e intermedios, pero no existe a nivel nacional, donde tal parece el «convidado de piedra», pues no participa con la voz poderosa que debiera como representante de la clase en el poder.
Apenas si aparece en la entrega de estímulos a trabajadores y colectivos de estos. A nivel de Ministerios está prácticamente subordinada a estos, de los que depende para todo en lo material, lo que es otro factor más de su nula lucha por los intereses de los trabajadores de cada sector. El que más conozco, el turismo, es penoso. Sus trabajadores se quejan en Cubadebate y las redes sociales por sus pobres salarios, y su gremio no hace nada en absoluto al respecto.
La responsabilidad total de esto es del Partido, del partido de la clase en el poder. No se da cuenta que la CTC nacional tiene que ser la contrapartida del Consejo de Ministros, que tiene que ser crítica de sus decisiones, decretos y leyes, defendiendo los intereses y el punto de vista de los trabajadores. Que cada Sindicato ramal tiene que hacer lo mismo con relación a cada Ministerio y así en todos los niveles hasta las empresas y organizaciones de servicios más pequeñas, incluyendo las de salud y educación en cada localidad, en el barrio.
Por otra parte, me molesta el trabajo que pasan los locutores y periodistas que tienen que hablar de nuestro presidente, y ahora también primer secretario. Es muy largo de decir, obstaculiza la comunicación ágil que quisieran, pero tienen que decir los dos cargos. Creía que mi molestia era por lo que he venido hablando por años sobre la necesidad de eliminar la condición de juez y parte de los cargos de dirección del país. Pero me doy cuenta ahora que hay algo más, pensando sobre el porqué, y es una razón de organización, del papel que cada organización o institución tiene que jugar. Qué sentido tiene que haya dos organizaciones o instituciones, por necesidades distintas, con distinto rol, papel, función, formas de organizarse, funcionar, lograr sus objetivos, si después los cargos de nivel superior de ambas están en las mismas personas.
Yo entiendo que una persona puede jugar muchos roles, pero no a la vez. Si usted es chofer no es pasajero, si es padre no lo es cuando se relaciona con su hermano y si trata de jugar el papel de padre con su hermano, aunque sea menor, comete un error grave.
Y no estamos hablando de las cosas básicas de la vida diaria, se trata de la conducción de un país.
Que me perdonen China, Vietnam y Cuba, pero el golpe de Estado en Bolivia y las elecciones que había ganado limpiamente Evo Morales con el 45 por ciento de los votos, para que un año después su ministro de Finanzas las ganara de nuevo para el MAS con más del 55 por ciento de apoyo en las urnas, me dicen que los tiempos del «Máximo Líder» son del pasado, si no en todo el mundo — suponiendo que Asia es una cultura, historia y pueblo diferentes — , sí en las Américas.
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Y el problema no es sólo al más alto nivel, son muchos los compañeros que ocupan cargos que les llamo de la «Santísima Trinidad», como, por ejemplo: de Gobierno, Buró Político del Partido y diputado a la Asamblea del Poder Popular, u otros similares.
No veo más que dos alternativas: o son jueces y parte, y asumimos con honestidad todo lo nocivo, negativo e inoperante que esto tiene, o los tres órganos de dirección no deben coexistir y hay que fundirlos en uno solo. Es un factor que ralentiza y disminuye la acción y la efectividad de la gestión política del país. Es la fuente de la falsa unanimidad, del cero debate necesario e imprescindible, si al menos entendemos la esencia más básica del materialismo dialéctico y sus leyes: unidad y lucha de contrarios, en este caso no antagónicos.
La Tizza: Regresemos a su preocupación principal: el barrio. ¿Qué otros actores requieren profundizar y perfeccionar su papel en esta instancia?
Antonio Díaz: En 1994 hice una propuesta al Partido de
implementar la Doble Militancia, tanto en el núcleo del centro de trabajo, como en el núcleo Zonal. No fue aceptada, la oposición vino de todas partes y de todos los niveles, incluidos algunos dirigentes que se veían afectados porque sus choferes y otro personal auxiliar eran retenidos por tareas concretas en su barrio.
Ahora vi una propuesta similar hecha por el general retirado Fabián Escalante. Los fundamentos son los mismos, el debate principal de la sociedad está en el barrio, en la cuadra, en la zona, en el Consejo Popular. Los problemas fundamentales están allí, donde ocurren los apagones, donde por años se han mantenido situaciones críticas para vivir en condiciones elementales de habitabilidad, donde hay que apoyar a los más viejos y necesitados, donde no funcionan muchos de los mecanismos y servicios que tienen que garantizar y resolver los problemas que le plantean al delegado del Poder Popular.
Antes sugeríamos «conciliar o cambiar esta prioridad en la formación de sus núcleos de militantes», hay que pensar el tema profundamente, pero sin demora. No creo que deba ser una sola opción, sino aplicar la doble militancia donde sea y para los militantes donde las condiciones así lo indiquen. Recordar la máxima de la Ciencia Médica, no hay enfermedades, lo que hay son enfermos. A cada situación, a cada problema, pues la «medicina», el tratamiento específico que lleva.
Y con cuidado de no incidir en los derechos de los militantes de militar en su centro de trabajo, en todo caso contar con su disposición a la doble militancia o a hacerlo solamente donde más hace falta, en el barrio.
Por otra parte, no está bien definida la separación entre Poder Popular y Gobierno a nivel de Consejo Popular, donde este último funciona en la práctica como gobierno, más que como Estado. Asume la gestión de gobierno directamente. Esto distorsiona el funcionamiento y el papel del Poder Popular, pues subordina en la práctica el Consejo Popular al Intendente municipal, y esto es inaceptable, pues se trata de un cargo designado, dirigiendo a delegados electos por el pueblo.
El trabajo comunitario social y la atención a los demás problemas del barrio han estado plagados de ineficiencias, pero no se trata solo de esto. Más que fracturas, que existen, hay que hablar de por qué se producen. Para un ingeniero resulta más fácil, de seguro va a las esencias, al diseño del edificio o de la máquina, o a sus fundamentos, determinando si son sólidos o inestables, si fueron bien concebidos.
Ya señalé uno de los problemas de diseño y de fundamentos: la «Ofensiva Revolucionaria», que la historia probó innecesaria y fuente de problemas en el desarrollo y resultados de nuestra sociedad que ahora estamos restaurando con pasos demorados y que denotan falta de decisión. El otro error está en no haber entendido los problemas del país en los años ochenta y noventa, desechando la contribución que China y Vietnam hicieron a las esencias del socialismo.
La Tizza: Bueno, esa es una discusión abierta. Es decir, ¿en qué medida pueden transferirse a la realidad cubana las experiencias de esos países? ¿Se mantienen en la línea de la transición socialista? ¿A qué contribuciones se refiere?
Antonio Díaz: Me refiero a la idea de que no hay desarrollo ni crecimiento económico posible, en las condiciones objetivas de hoy y en el futuro predecible, sin la participación del mercado. Esto es así porque el mercado no es capitalista, no fue creado por ese modo de producción, nació cientos o miles de años antes. Es una forma de organización económica que se dieron los hombres por pura necesidad e intuición.
Confundir mercado con capitalismo es una mentira perversa de dicho sistema socioeconómico, pues esconde su esencia, el capital, el que es responsable en el 100 por ciento de la explotación a la que somete a toda la sociedad. Pero es una realidad que aún hay que coexistir con él, sí, con el capital. Esa coexistencia es tanto nacional como internacional, difícil, sí; necesaria, igualmente.
En el socialismo el mercado coexiste con el plan y sus instrumentos de gestión: marketing/planificación, con preponderancia de esta última, única forma de aprovechar la ventaja, el salto, que ha dado la civilización con el socialismo: el papel protagónico del Estado y la sociedad civil, como sujetos principales de la conducción estratégica de la sociedad, siempre y cuando esté basado en la más profunda democracia que le impida distanciarse de los intereses y aspiraciones de la clase trabajadora, de todo el pueblo.
Estaría de acuerdo en que esta última contribución de aquellas dos naciones está en deuda aún con sus pueblos y con todos los que promovemos el socialismo, pero, en mi caso, no considero se han desviado del rumbo socialista en el camino a forjar la base económica poderosa y creciente que hoy exhiben. Ahora mismo lo prueban con su conducta internacional y con las medidas de contención a la principal potencia imperialista.
China y Vietnam son la envidia del mundo capitalista, que no comprende la fuente de sus problemas para alcanzar los ritmos de desarrollo, creatividad, innovación y bienestar de aquellos pueblos. Es un mal conocido también entre nosotros, la ceguera ideológica, ahora del lado del capital. Sus pensadores, políticos y economistas no logran asumir la imprescindible subordinación del mercado a los intereses de la sociedad, del país.
La extinción del Estado es una de las visiones del futuro comunista, sustituido por la exclusiva administración de las cosas, no de los seres humanos. Para ello falta bastante por recorrer como la vida prueba. La ironía está en que la exclusión del Estado es bandera de las fuerzas más retrógradas, reaccionarias y peligrosas de las sociedades capitalistas, por razones totalmente distintas a la de la sociedad del futuro, aún muy lejano.
Para los que vemos el mundo desde el materialismo dialéctico los cambios en Cuba no alcanzarían si nos dedicamos a enmendar fracturas, y no a rediseñar la sociedad sobre la base de estos nuevos aportes al socialismo. No es un problema de jóvenes o viejos, es una tarea de revolucionarios, los hay, los leo a diario, de todas las edades y avenidas sociales, educacionales, laborales. No podremos resolver los problemas del barrio sin ellos, tanto en la cuadra como en el Comité Central del PCC, la Presidencia, la ANPP y el Consejo de Ministros. La política de cuadros de la que tanto se habla tiene que ser capaz de entresacar los que no están a la altura de esta condición.
Un caso que evidencia estos problemas en la dirección del país es la distorsión que aún se mantiene con el GAE que sigue controlando la mitad o más del turismo, o la casi totalidad del comercio de mercancías que no se distribuyen por la libreta de abastecimientos, lo que significa mantenerlos dentro del fuero militar, que nos hace recordar aquello de que «un país no se dirige como un campamento».
En fin, se necesita empoderamiento sólido y consecuente de los actores principales de la comunidad; se necesita eliminar la condición de juez y parte de los que dirigen las estructuras de poder a todos los niveles. Se necesita, sobre todo, un creciente desarrollo económico basado en la profunda Reforma Económica que no acaba de desatarse de las ataduras que la atenazan por la predisposición contra el mercado y sus protagonistas. Y esta última es la condición suficiente, la que puede cambiar radicalmente la situación en los barrios empobrecidos, donde, como señalan muchos especialistas y jóvenes profesionales de la economía, psicología y sociología, el factor que impide que muchos de los que en esos barrios habitan no puedan acceder plenamente a las políticas sociales y económicas del país, es el diferente «punto de partida», que los tiene impedidos de alcanzarlas.
La muy positiva ofensiva actual, con el tremendo impacto que tienen en el mejoramiento de las condiciones de los que viven peor se hará «sal y agua» si las acciones de solidaridad y ayuda concreta material de varios ministerios y trabajadores de todas las avenidas de la sociedad, no se acompañan con: empoderamiento local, independencia y complementación de los actores del barrio y el país y Reforma Económica profunda.
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