Roque Dalton es, también, un nacedor. De esos que escapan a la voluntad de sus asesinos, y con versos y balas, con versos como balas, inundan con su voz el aire. En su 90 cumpleaños, La Tizza replica este trabajo que apareció el pasado 9 de mayo en Huella del Sur.
El texto sirve como estudio introductorio del poemario El amor me cae más mal que la primavera, que acaba de salir de imprenta gracias a una alianza de editoriales independientes en Colombia, Venezuela y México.
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Por Pablo Solana
Corría el año 1973. Roque Dalton se encontraba en Cuba, recibiendo la preparación necesaria para sumarse a la guerrilla salvadoreña. Fue en ese período que aprovechó el tiempo de aislamiento que le imponía la vida clandestina para terminar de corregir y ordenar su poesía completa, incluidos los 29 poemas que agrupó bajo el título El amor me cae más mal que la primavera y que dejó preparados para ser publicados cuando llegara la ocasión. Hasta ahora, esa ocasión había resultado esquiva. Es la primera vez que este poemario se imprime como libro independiente, tal cual el autor lo concibió.[1]
Aquellos eran tiempos de revolución: la cubana, que se había concretado hacía más de una década y buscaba expandir la ola insurgente por todo el «tercer mundo»; la que estaba en proceso en Centroamérica, donde Roque aportó su arte y su presencia combatiente. También estaban revolucionados los valores culturales y las relaciones sociales, especialmente los de la generación que protagonizaba las luchas contra la opresión en aquel momento histórico crucial.
La caída del Che en Bolivia en octubre de 1967, lejos de aplacar los ímpetus de cambio, los agitó aún más. Poco después siguieron las protestas contra la guerra de Vietnam, el Mayo Francés, la Primavera de Praga, las movilizaciones estudiantiles en México, el Cordobazo en Argentina. Las guerrillas colombianas y los movimientos de liberación nacional. Woodstock, la Nueva Trova en Cuba, la Nueva Canción en Chile. Joan Báez, Silvio Rodríguez, Quilapayún. Las juventudes del mundo radicalizaron sus anhelos políticos y redefinieron sus horizontes de vida. Los vínculos interpersonales, entre ellos los sexoafectivos, también se vieron interpelados (por las ansias de igualdad y emancipación que prometía el «inminente» futuro socialista, pero también por los avances del feminismo — no siempre tenidos en cuenta en las organizaciones revolucionarias — , hecho que Dalton registró en sus últimos escritos, como veremos más adelante). En ese contexto, estos poemas.
El último año de la estadía del poeta en Cuba fue muy productivo. Pasó en limpio toda su obra, consciente de que su decisión guerrillera podía privarlo definitivamente de las condiciones de tranquilidad que requería esa tarea. Además de terminar este poemario, durante esos meses, Dalton redactó decenas de ensayos para las revistas Casa de las Américas, Tricontinental, Cine Cubano, Santiago, para la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (Oclae), y para la Unión de Periodistas de Cuba (Upec); escribió obras de teatro — una se estrenó con cierto éxito en La Habana — ; empezó a trabajar en dos novelas que quedaron inconclusas, tituladas Dalton y CIA, y Miriam. También terminó varios libros, algunos publicados antes de su muerte, como Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador y Las historias prohibidas del Pulgarcito. Preparó personalmente una antología que dedicó al pueblo cubano y ordenó lo que él consideraba su obra poética completa; dejó listos Un libro rojo para Lenin (editado por primera vez en Nicaragua en 1986) y Un libro levemente odioso (que se publicó en México en 1988).
Para ese entonces, Dalton contaba con un prestigio que traspasaba fronteras. En 1969, su libro Taberna y otros lugares había ganado el Premio de Poesía de la Casa de las Américas. El jurado destacó la «avanzada representatividad de sus poemas en el contexto de la más actual expresión poética en lengua castellana». Tenía a su alcance diversas posibilidades de edición. Había publicado poemas y ensayos en revistas de distintos países y sus libros se habían impreso — o estaban por imprimirse — en México y en Costa Rica (y, por supuesto, también en Cuba).
Cinco poemas de Roque Dalton
En 1973, cuando terminó el poemario que presentamos en estas páginas, Roque mantenía contactos con editoriales en distintos países, tanto de América como de Europa. Le cuenta a Aída Cañas, su exesposa y madre de sus hijos, en una carta de junio de ese año: «Organicé las ediciones de Mármol para Italia, Francia y Estados Unidos, que si salen van a dar algunos pesos para ustedes. Te mandaré un detalle minucioso de cómo están las cuentas pendientes y las tramitaciones que se harán con nuevas posibles ediciones».[2] Pero El amor me cae más mal que la primavera quedó relegado y, hasta ahora, no se había publicado como tal.
En la actualidad, la obra de Dalton encontró en internet una vía legítima y válida de difusión masiva. Sin embargo, la réplica de sus poemas de manera imprecisa y descontextualizada impide disfrutar íntegramente de su poesía. Obviar el contexto en el que el salvadoreño escribió implica un serio riesgo, porque sus versos son el resultado de una imbricación única, excepcional, entre su creatividad literaria y sus decisiones de vida; entre sus relaciones personales y su compromiso con la lucha por la revolución.
El análisis exhaustivo de la obra de Dalton exige una dedicación que excede estas líneas. La mayor parte de los trabajos que se propusieron la tarea lo hicieron de manera fragmentada: hay quienes estudiaron su poesía, pero no su obra ensayística; quienes abordaron su biografía sin poner el énfasis suficiente en su opción revolucionaria; aún está vacante el estudio de sus escritos teóricos en torno a los debates sobre el marxismo y la lucha armada. Quien más se acercó a esa labor integral fue James Iffland, en un trabajo reciente de más de 2000 páginas titulado Para llegar a Roque Dalton. Pequeños infiernos y otros paraísos, publicado en dos tomos por la Editorial de la Universidad de El Salvador en 2022.[3]
No hace falta resaltar la importancia de todo verso rescatado del olvido, más aún si se trata de la obra de un poeta de la talla de Roque Dalton. Los motivos inexplicables por los cuales este poemario se mantuvo inédito hacen que su publicación sea todavía más relevante. Poner el foco en El amor me cae más mal que la primavera — teniendo en cuenta no solo el contexto de producción, sino también el proceso vital del autor — permite esbozar una interpretación poco explorada: el modo en el que Dalton trató, a lo largo de su obra poética, el tópico del amor.
Para realizar esta tarea es útil apoyarse en la periodización que propone Luis Melgar Brizuela, quien distingue una primera etapa de la poesía de Dalton desde sus inicios hasta el año 1964, un segundo momento que llega hasta 1973 y un tercero desde entonces hasta su muerte dos años después. Brizuela considera que El amor me cae más mal que la primavera forma parte del «segundo Dalton», la fase más extensa y más experimental desde el punto de vista creativo, que abarca, además de este poemario, los libros Taberna y otros lugares, y Un libro levemente odioso.
1.
En su poesía temprana, Dalton recurre a cierto lirismo tradicional; sus expresiones amorosas apelan a la idealización, la pasión y el sufrimiento, particularidades que se encuadran en la conceptualización del «amor romántico»:[4]
He llorado por hombre
y por la lejana pureza de tus labios.
Dulce la tarde nueva de amanecer sin ti,
mas con tu luz y tu temblor
entre la algarabía silenciosa de mis manos,
dulce la soledad en que te invoca mi alma
dulce la clara fiebre que deshojo,
dulce, amada, la lágrima,
han constituido para mis tormentas
la piedra soportal y el agua fresca,
y el desnudo puñal
y el ciego tigre hambriento
destruyendo la flor
que no renace en mi pecho.
(El ángel y la sed, en «Poesía temprana», s/f)
Tú serás la última mujer de mi vida
Oh Rose Marie blanche colombine labios de flor recién cortada.
Tus hondos ojos alcanzan a poblar de luz
los años que me quedan para adivinar el día de mi muerte.
(Las mejores promesas son las que dichas ardientemente
se violan luego con gran dolor
bajo la sombra de todos los remordimientos).
Tú serás la última mujer de mi vida
oh pequeña Cristina …
(Las promesas, 1961)

Imagen: Colectivo gráfico Utopix
De su primer período es, también, «Aída, fusilemos la noche» (Aquí tenemos estas cuatro manos / y tenemos mi voz. / Nos respaldan tus ojos / y tu suave / manera de ir queriéndome), uno de sus textos más divulgados, escrito a los veinte años, en el que declara su amor y sella su compromiso con quien será su primera pareja, su esposa, la madre de sus tres hijos y su colaboradora de mayor confianza hasta sus últimos días.
Con el paso del tiempo, sin embargo, el propio Dalton expresará una mirada crítica sobre sus primeros versos. En el poema IX de la serie titulada «Los Hongos», que incluyó en el libro Taberna y otros lugares, afirma — con una poco sutil carga de ironía sobre su propia obra — que algunos de aquellos versos «no los volvería a escribir»:
Acepto que mi poesía no es ya la de antes, la que gustaba tanto
al Padre Landarech (…)
Recuerdo nítidamente, por ejemplo,
que le envié por correo el primer poema de amor que hice en Cuba.
(…) El poema decía, más o menos, así:
«(…) ¡Oh dilatada heroína de mi espera! / De pronto te he visto. / Como de una raza lavada de toda mancha / se te miraban los perfumes /
así fueran una guirnalda circundándote. / Testimonio y estremecimiento de la Luz / en medio de la noche, / eras como la dulce espada de los niños guerreros / que amanecen dormidos bajo el rocío en días de cosecha. / Oh, halago de mi fiebre, / amor que por el amor me has victimado / la jerarquía de la rama nueva / sea contigo. / La soledad del desierto me aquejaba / pero hoy mi lecho será todopoderoso / ¡Oh deleitosa muerte de la búsqueda!» /
Todo lo bonito que Ud. quiera, Padre, pero eso de «Oh, dilatada heroína de mi espera» no lo volvería a escribir aunque fuera imprescindible para acostarse con la misma muchacha.
Ese «arrepentimiento» es contemporáneo a la escritura de los poemas que integran El amor me cae más mal que la primavera, que expresan una mirada sobre el amor con la que el «segundo Dalton» parece sentirse más a gusto.
2.
El poemario que aquí presentamos opera como una especie de bisagra entre el romanticismo inicial y el quiebre estilístico y conceptual que Dalton experimentará durante sus últimos años.
El conjunto de poemas de este volumen se inicia con una inequívoca dedicatoria: «A Miriam». La destinataria es Miriam Lezcano, una talentosa directora teatral de 30 años en ese entonces, graduada en actuación en la Escuela Nacional de Arte de Cuba, licenciada en Historia en la Universidad de La Habana, que años más tarde viajaría a completar su formación al Teatro de Arte de Moscú. Roque estuvo en pareja con ella durante sus dos últimos años en la Isla, entre 1971 y 1973. Además de haberle dedicado el poemario, Dalton proyectó una novela que llevaba su nombre como título. A Miriam se refiere en sucesivas cartas como «mi amor», «cabecita de fósforo» (era pelirroja), «mi culito blanco». A partir de abril de 1973 ya no se verán más: aunque Roque permaneció en Cuba hasta finales de ese año, debió pasar los últimos meses aislado, completando su preparación para el paso a la guerrilla.
En El amor me cae más mal que la primavera, se observa un abordaje más descontracturado y flexible sobre los vínculos amorosos y sexoafectivos en comparación con el «primer Dalton». El tono informal, lúdico y audaz que expresa la mayor parte de estos poemas se condice de mejor modo con la imagen bohemia que el propio poeta se encargaba de proyectar:
Responsabilidad
Salí a cazar muchachas con un arpa
y endomingadas flechas de melcocha.
El amor yo lo busco
de las proposiciones de amor me defiendo.
A mi alrededor pueden cacarear las mozas
más perfectamente peludas
que yo retiraré mi anzuelo
y ofreceré ramilletes de pompas de jabón.
Yo toco el piano con mi dedo más memorable.
El amor es una fiera que se suicida
frente a la jauría jadeante.
Guerra
Mi verdadero conflicto
hondureño-salvadoreño
fue con una muchacha.
Epigrama
A M.L.
Somos la pareja menos infinita y menos adánica
que podría encontrarse en estos últimos treinta años de historia.Desde el punto de vista muscular
apenas hemos hecho poco más que dos perros.
Desde el ángulo cultural
hemos despertado bien pocas envidias.Pero este amor nos ha devuelto mejorados al mundo
y, entre nosotros, inolvidables.Ahora vamos a hacer que alguien sonría
o paladee un pedacito de dulce tristeza
hablando de nuestro amor en este poema.
Aunque Miriam era su relación más estable en ese momento, lo cierto es que hay varios poemas dedicados a otras mujeres: A María del Carmen; a B. C.; a C, in memoriam; a una muchacha checa llamada Zdena. En el resto de las composiciones, no se priva de dejar rastros de la diversidad de sus gustos y opciones a la hora de explorar vínculos diversos de sexo y de amor. En cuanto al estilo poético, incorpora pasajes en los que predomina el tono humorístico — empezando por el título del poemario — , la (auto)burla y la ironía.
El objetivo de estas líneas no es interpretar los poemas que aquí presentamos, sino ponerlos en contexto. Por ello no abundaremos en mayores análisis al respecto. Dedicaremos, en cambio, algunas reflexiones más a brindar elementos que colaboren con el mayor provecho de la lectura que cada quien tiene ante sí.
3.
Al motivo amoroso le quedará, aún, un último giro de reconceptualización — en forma y contenido — que se verá plasmado en el «tercer Dalton», el de Historias y poemas de una lucha de clases (editado como Poemas clandestinos, aunque aquel otro es el título original que Dalton le dio a los versos escritos durante sus últimos meses de vida en la guerrilla). Allí su obra opera un nuevo desplazamiento en el modo de concebir y tratar al amor, que tiene su correlato en las decisiones militantes y las relaciones afectivas que mantuvo durante esa última etapa de su vida.
«El sexo es una categoría política», apunta como epígrafe del poema «Para un mejor amor», y agrega la autoría de esa cita para no dejar dudas: Kate Millett,[5] una escritora y activista feminista estadounidense que había publicado en agosto de 1970 Política sexual, libro en el que recoge los planteos fundantes de la segunda ola feminista.
Escribe Roque, a continuación de ese epígrafe:
Nadie discute que el sexo
es una categoría en el mundo de la pareja:
de ahí la ternura y sus ramas salvajes.
Nadie discute que el sexo
es una categoría familiar:
de ahí los hijos,
las noches en común
y los días divididos
(él, buscando el pan en la calle,
en las oficinas o en las fábricas;
ella, en la retaguardia de los oficios domésticos,
en la estrategia y la táctica de la cocina
que permitan sobrevivir en la batalla común
siquiera hasta el final del mes).
Nadie discute que el sexo
es una categoría económica:
basta mencionar la prostitución,
las modas,
las secciones de los diarios que sólo son para ella
o sólo son para él.
Donde empiezan los líos
es a partir de que una mujer dice
que el sexo es una categoría política.Porque cuando una mujer dice
que el sexo es una categoría política
puede comenzar a dejar de ser mujer en sí
para convertirse en mujer para sí,
constituir a la mujer en mujer
a partir de su humanidad
y no del sexo,
saber que el desodorante mágico con sabor a limón
y jabón que acaricia voluptuosamente su piel
son fabricados por la misma empresa que fabrica el napalm,
saber que las labores propias del hogar
son las labores propias de la clase social a que pertenece ese hogar,
que la diferencia de sexos
brilla mucho mejor en la profunda noche amorosa
cuando se conocen todos esos secretos
que nos mantenían enmascarados y ajenos.
El poema está enunciado desde un marco teórico marxista — hace una crítica claramente anticapitalista — , pero también toma en cuenta planteos del feminismo, porque cuestiona la división de roles de género y la consecuente subordinación de la mujer. Esta novedad conceptual en su obra va de la mano de la inclusión del epígrafe que ya mencionamos, para reforzar la línea argumentativa del texto. Se trata de una forma de intertextualidad habitual en ensayos y artículos, pero más extraña en la poesía — aunque no en la poesía de Dalton, que se nutre con frecuencia de este y otros recursos retóricos como el collage o la inclusión de documentos históricos entre sus versos.
En sus últimos poemas clandestinos, Dalton apela a heterónimos para definir la supuesta autoría de cada escrito; a diferencia de los seudónimos, los heterónimos dan voz a distintas personas-personajes, con sus propias identidades.[6] «Para un mejor amor» es atribuido a Vilma Flores. La breve biografía que el poeta presenta de la supuesta autora de esta poesía brinda indicios certeros sobre su fuente de influencia. Dice de Vilma que «fue primero estudiante de Derecho, pero abandonó su carrera para trabajar en una fábrica textil y poder participar en la organización de la clase obrera de manera total. Nació en San Salvador, en 1945». Quien se corresponde con esta descripción es Lil Milagro Ramírez, una de las fundadoras del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), organización salvadoreña que Roque integraba cuando escribió los poemas clandestinos. Sobrevivientes del ERP relatan que ella y él fueron pareja durante ese último tiempo de sus vidas.[7]
¿Fue a través de ella que Dalton pudo conocer las lecturas feministas que comenzaban a circular en los años setenta en los Estados Unidos y que solo era factible que llegaran a un país como El Salvador a través de los selectos ámbitos de cierta intelectualidad? Es lo más probable, ya que, clandestino en su país, clandestino también los últimos meses en Cuba y habiendo vivido en la Isla los años previos, resulta muy difícil de imaginar otro origen para una referencia de ese tipo. No era, en absoluto, fácil toparse con esas ideas en La Habana, menos aún durante los años del Quinquenio Gris (1971–1976), como se denominó a ese período de rigidez cultural e ideológica de la Revolución.
El Quinquenio Gris-Por Guillermo Rodríguez Rivera (1943–2017)
Otro indicio de la identidad de la joven poeta salvadoreña que se esconde detrás del heterónimo de Vilma Flores surge del «Tercer poema de amor»:
A quienes digan que nuestro amor es extraordinario
porque ha nacido de circunstancias extraordinarias
diles que precisamente luchamos
para que un amor como el nuestro
(amor entre compañeros de combate)
llegue a ser en El Salvador
el amor más común y corriente
casi el único.
No caben dudas de que el «amor entre compañeros de combate» que Dalton propone en sus últimos poemas clandestinos alude al que sostuvo con Lil Milagro en esos meses turbulentos previos a su muerte.

Imagen: Colectivo gráfico Utopix
4.
Hay otras dimensiones en torno a la noción del amor que acompañan la obra del poeta de modo transversal. Ya en sus primeros versos aparecen referencias al amor filial, familiar. La mención a su madre destaca entre ellas, como en «Oíd» (madre, mi madre, madre, / la única bella sombra / capaz de odiar a todo el que me cerró con motivos / la ventana en el rostro).
Pero hay otro aspecto que irá prevaleciendo a medida que avance su obra y que en un principio permite pensar en la influencia que ejerció sobre Dalton el poeta peruano César Vallejo (1892–1938): hablará del «amor a la vida», como en el poema de sus primeros años «Compañero perenne», que dedica a su amigo Miguel Ángel Alfaro:
(…) manteniendo la llama
del amor a la vida.
(Y es que amar a la vida
es odiar la miseria).
En sus ensayos de Praga, vuelve sobre el mismo planteo: «Amor a la humanidad, el mejor método para llegar a la verdad y una fuerza que asegura la realización de la esperanza: ¿se puede concebir otra base mejor para la poesía?» («Recuento en Praga», 1967). Esta cita anticipa la idea que Dalton debatirá con el poeta y sacerdote católico nicaragüense Ernesto Cardenal (1925–2020) acerca de la necesidad de tomar las armas «por amor a la humanidad y al bien social» («Apuntes de dos encuentros con Ernesto Cardenal», 1972). Es justamente en ese punto donde reside, para Dalton, el verdadero sentido del amor al prójimo: el compromiso no debe quedar solo en las palabras; se debe llevar a la acción, aun cuando ello implique asumir el combate.
En este punto, Roque parece hacerse eco del concepto de «amor eficaz» propuesto por el cura revolucionario colombiano Camilo Torres (1929–1966) y difundido por la Teología de la Liberación, una de las corrientes determinantes en la constitución de las organizaciones revolucionarias de aquel entonces. En su Mensaje a los cristianos, Camilo Torres planteaba que la revolución debía basarse en el «amor al prójimo», y que la lucha revolucionaria encarnaba «la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos». Dalton tenía una alta estima por Camilo, a quien menciona en los poemas clandestinos de su última etapa (Pero Camilo Torres, entre otros, / nos dejó dicho que también hay una religión positiva / que surge del alma de la revolución).
Retomar los caminos de Fe y Revolución de Camilo Torres a 55 años de su caída en combate
No es casual que la noción del amor más allá de los vínculos filiales o de pareja surja en el salvadoreño asociada a referentes religiosos: su formación jesuita influyó de manera determinante en su poesía y en su concepción del mundo.
En Dalton, al igual que en el cristianismo de liberación, el amor a la humanidad no es genérico: se expresa atravesado por una clara posición ideológica, referenciada en las definiciones de clase propuestas por el marxismo. Por eso es nítida la toma de postura a favor de los oprimidos. El «bien social» — en palabras del poeta — no será resultado de la buena voluntad del género humano en su conjunto, sino de los oprimidos que se sumen a la lucha por la liberación.
De allí que uno de sus textos literarios más clasistas se llame, precisamente, «Poema de amor»:
Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como «silver roll» y no como «golden roll»),
los que repararon la flota del Pacífico en las bases de California,
los que se pudrieron en las cárceles de Guatemala, México, Honduras, Nicaragua por ladrones, por contrabandistas, por estafadores, por hambrientos
los siempre sospechosos de todo («me permito remitirle al interfecto por esquinero sospechoso y con el agravante de ser salvadoreño»),
las que llenaron los bares y los burdeles de todos los puertos y las capitales de la zona («La gruta azul», «El Calzoncito», «Happyland»),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo de las picadas del escorpión o la barba amarilla en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.
Estos versos integran el libro Historias prohibidas del Pulgarcito, escrito durante los mismos años en los que fue tomando forma El amor me cae más mal que la primavera. Qué mejor referencia de contexto para sumergirse, ahora sí, en la lectura de este poemario exquisito que, en las páginas que siguen, ve por fin la luz.
Notas:
[1] Los 29 poemas de El amor me cae más mal que la primavera solo fueron incluidos en dos ediciones que se realizaron en El Salvador: la antología En la humedad del secreto (1994), selección de Rafael Lara Martínez, y en el tomo III de No pronuncies mi nombre. Poesía completa (2008), a cargo de la Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador. Ambas ediciones llevan años agotadas. El poemario no se conoció fuera de aquel país. Gracias a la generosidad de Francisco Domínguez pudimos acceder a los tomos de la Poesía completa. Reproducimos este poemario tal como figura en esa cuidada edición, que a la vez fue contrastada con los originales en poder de la familia Dalton. Realizamos una única corrección necesaria en el poema «Cortazariana».
[2] Una copia de la carta se encuentra en el Archivo Roque Dalton del Museo de la Imagen y la Palabra (MUPI), en San Salvador.
[3] En Las brújulas de Roque Dalton, Luis Melgar Brizuela propone la periodización a la que hacemos mención en este texto. En El ciervo perseguido, Luis Alvarenga realiza una biografía que ayuda a contextualizar la poesía de Dalton en explícita sintonía con sus elecciones de vida. Ambas ediciones se encuentran con relativa facilidad en internet. El trabajo de Iffland se puede adquirir, en formato digital, en la edición hecha por la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos).
[4] Son variadas las definiciones del concepto «amor romántico» según los distintos momentos históricos. En el libro El segundo sexo (1949), Simone de Beauvoir cuestiona la narrativa que refuerza la dependencia emocional, económica y social de las mujeres, manteniéndolas en una posición de desigualdad que busca perpetuar el orden patriarcal.
[5] En las ediciones impresas de Poemas clandestinos, el apellido que figura en el epígrafe aparece como Mills en lugar de Millett. Este detalle abre distintas posibilidades de interpretación: Dalton pudo haber elegido jugar con el cambio sutil, en un libro donde recurre a múltiples heterónimos y ningún nombre es real; o pudo haberse equivocado al escribirlo, teniendo en cuenta las condiciones precarias en las que se encontraba por su opción guerrillera. Sin embargo, la precisión de la cita no habilita dudas respecto de la autora. En su libro Política sexual (Madrid, Cátedra, 1995, p. 68) Millett afirma: «El esbozo siguiente, que cabría describir como “unos cuantos apuntes encaminados hacia una teoría del patriarcado”, se propone demostrar que el sexo es una categoría social impregnada de política».
[6] Se trata de un procedimiento literario que otro escritor altamente valorado por los poetas del siglo XX, el portugués Fernando Pessoa (1888–1935), implementó a lo largo de toda su obra de manera magistral.
[7] Dalton fue fusilado en mayo de 1975 y Lil Milagro fue secuestrada por los militares salvadoreños un año después; se supo de su muerte en 1979. Poeta desde edad temprana al igual que Dalton, hija de padre maestro y madre profesora, criada en una casa donde abundaban los libros, Lil Milagro efectivamente había estudiado Derecho y nacido, al igual que la ficticia Vilma Flores, en 1945 en San Salvador. En 1966, mientras cursaba sus estudios universitarios, dos de sus poemas ya habían sido publicados en el número 60 de Cultura. Revista del Ministerio de Educación de El Salvador, donde se referían a ella como «la más joven poetisa salvadoreña en la actualidad». Sobre su vida y obra se puede consultar el libro Lil Milagro de la Esperanza. Cartas y poemas compilado por Miriam Medrano (San Salvador, Laberinto Editorial, 2013).